jueves, 11 de noviembre de 2010

El loco del día iba en el ómnibus, le gritó al chofer que ya no cabía nadie más y al instante comenzó a cantar, con un tono de voz que todos escuchaban. Sus canciones –creo que eran pedazos de varias- hablaban de soledad, amor, llanto y felicidad. Un conjunto de frases con la misma melodía, para cada oyente un mensaje diferente. No le importaba, como a los verdaderos locos, que nosotros, los cuerdos, lo mirásemos. Estaba bastante concentrado en su estado de ánimo, en su arte, en demostrarnos la porción de valentía que hace falta para dejarle ver a los otros lo que somos, sin temor, sin vergüenza.

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