lunes, 23 de febrero de 2009

A propósito de un poema de B.Y.

Vamos a imaginarnos que estamos sentados en un
cafetín de artistas en París, en la margen izquierda del Sena…
(Blanche Dubois en Un tranvía llamado deseo)


No la vimos pasar.
Estábamos en aquel cafetín
acechando una barcaza río abajo.
No vimos las sucias ropas,
sus lágrimas marcadas en el rostro
cual azotes.
Solo un grito perdido en la muchedumbre
y algún tranvía a lo lejos
pudieron herir la quietud del atardecer.
Mas no sabría decir que algo rompiera el instante.
Absortos ante el espectáculo del Sena
cualquier tragedia hubiera sido una fría postal
observada al descuido
u otra efímera obra de nuestra imaginación.
Algunos poemas de Alejandra Pizarnik

El olvido

en la otra orilla de la noche
el amor es posible

-llévame-

llévame entre las dulces sustancias
que mueren cada día en tu memoria


13

explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome


En tu aniversario

Recibe este rostro mío, mudo, mendigo.
Recibe este amor que te pido.
Recibe lo que hay en mí que eres tú.

Vértigos o contemplación de algo que termina

Esta lila se deshoja.
Desde sí misma cae
y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así.

jueves, 19 de febrero de 2009

Para L
Posso ver pela janela, pequenas bandeirinhas de carnaval, distantes nuvens... as leves conversas dos outros chegam pelo sonho. Há, agora mesmo, alguém distante... muita gente distante de mim, eu mesma do outro lado do mundo. Há perguntas sem resposta, e estes versos que me definem:

Uma parte de mim
é todo mundo:
outra parte é ninguém:
fundo sem fundo.

Uma parte de mim
é multidão:
outra parte estranheza
e solidão.

(Fragmento de Traduzir-se, de Ferreira Gullar)
Marcharse...
lo cercano se borra
fundando desencuentros.
Perderse en la agonía de la tarde
como en la salvación
del último tren,
si el límite alcanzara el horizonte
cual si todo terminara donde en sí comienza.
Marcharse,
aunque nadie nos espere al fin,
solo alejarnos poco a poco,
quedándonos.

(De Nadie llega en la tarde, Editorial Capiro, 2003)

martes, 17 de febrero de 2009

Vuelves a estar en mí,
a habitarme como una casa abandonada
a la que llega un viajero
hace siglos perdido.
Otra vez me asombro ante el amor,
dudo, extraño, reconozco.
Otra vez escribo para un nombre
o una ciudad cualquiera. Y espero…
Tras los parques
siempre hay unos ojos
y yo los aclamo.
Ellos no saben
que puedo ser lo que buscan.

(De Los ojos de otro hombre, Sed de Belleza, 2000)
El cómplice, Jorge Luis Borges

Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Poemas de Margaret Atwood

Esta es una foto mía


Fue tomada hace algún tiempo.
Al principio parece
una copia
borrosa: líneas imprecisas y manchas grises
dobladas con el papel;

luego, al escrutarla,
ves en la esquina izquierda
algo así como una rama: parte de un árbol
(bálsamo o abeto) que sobresale
y, a la derecha, en la parte superior, al centro
lo que puede ser una plácida
ladera, una pequeña casa de madera.

En el fondo hay un lago,
y detrás de éste pequeñas colinas.

(La foto fue tomada
el día después de que me ahogara.

Yo estoy en el lago, en el centro
de la imagen, justo debajo de la superficie.

Es difícil decir dónde
precisamente, o decir
cuán grande o pequeña soy:
el efecto del agua
en la luz es una distorsión

pero si miras lo suficiente,
al final
podrás verme.)



Variación de la palabra sueño


Me gustaría verte dormir,
lo cual podría no suceder.
Me gustaría observarte,
durmiendo. Me gustaría dormir
contigo, entrar
en tu sueño mientras su ola oscura y suave
se desliza sobre mi cabeza

y caminar contigo por ese radiante
ondulante bosque de hojas verdeazules
con su acuoso sol y tres lunas
hacia la gruta donde debes descender,
hacia tu peor miedo.

Me gustaría darte la rama
plateada, la florcilla blanca, la única
palabra que te protegerá
del dolor en el centro
de tu sueño, del dolor
en el centro. Me gustaría seguirte
al subir la extensa escalera
otra vez y convertirme
en la barca que te llevará de vuelta
con cautela, una llama
en dos manos ahuecadas
donde reposa tu cuerpo
a mi lado, y mientras entras
en ella con esa tranquilidad

me gustaría ser el aire
que habita en ti solo
por un momento. Me gustaría ser así tan inadvertida
y tan necesaria.
Poema de amor

Como esta flor
es la vida del hombre.
Con ella
me deshojo a ratos,
sin ti.

(De Nadie llega en la tarde, Editorial Capiro, 2003)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Tal vez fui Anais.
Soñé un río
una barcaza pobre,
queriendo ser canción de quien se aleja.
Guardo el recuerdo de una tarde
en París,
un mendigo gritó sin mirar a nadie:
“ Eres solo un pétalo de la Rosa.”
Leí un mensaje extraviado:
“ Es el río quien te arrastra. Ni Dios decide.”
Estas frases marcaron mi vida
aunque no me lo explico.
Después de todo
no hay que creer siempre a los mendigos
ni a los mensajes llevados por el viento.
Esto es solo un recuerdo
que corre le riesgo de perderse.
Yo también fui Anais
descifrando el misterio.

(De Nadie llega en la tarde, Editorial Capiro, 2003)

lunes, 2 de febrero de 2009

En la calle
me llaman por mi nombre,
una voz lejana que abandona la infancia
y me sigue los pasos.
Presiento que alguien se esconde
después de aldabas y aguaceros.
A pesar de la huida pasajera
el hombre corre,
se asusta,
niega su impaciencia
cuando ve
los ojos de otro hombre.

(De Los ojos de otro hombre, Editorial Sed de Belleza, 2000)