domingo, 19 de junio de 2011

El peso de un domingo. Si esto fuera un diario de verdad tal vez detallaría la forma en que el viento pasa por el pasillo que va desde mi cuarto a la cocina; la densidad del silencio; los olores diferentes; la manera que en el recuerdo de otros domingos -en Cuba, en Barcelona- llega hasta mí y moldea las horas. Para mí cada domingo tiene su propia dosis de soledad, de espera, de tiempo cíclico. Cada domingo tiene el suficiente poder de hacerme contar las horas hasta su término, como si fuera un día irreal, como si yo siempre estuviera en el sitio equivocado y la añoranza de lo que no tengo se agudizara de propósito en este día detenido.

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