sábado, 18 de febrero de 2012

La lluvia, con un silencio desconocido en estas latitudes, repica en la ventana de cristal, mientras en el París de 1922 el joven Hemingway descubre una ciudad maravillada. Hay cierta semejanza entre el aquí y el allá, a pesar de los años y la distancia. Puedo dejar que esta sensación me envuelva, una vez más, para llegar al sitio soñado, para ser quien nunca seré.

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