jueves, 11 de febrero de 2016

A mi casa llegaban noticias del mundo como el olor de la caña cortada traído por la brisa. Eran pequeños regalos que recorrían miles de kilómetros y atravesaban continentes. Eran libros, postales o simples palabras. Eran mi conexión con algo cuyas dimensiones no sabía calcular, la inmensidad, lo desconocido, lo soñado. Aún no sé si yo soñaba al mundo o el mundo me soñaba a mí, pero en cada sueño había el frescor de las tardes, únicas hoy en la memoria.

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